Qué diablos me importa la felicidad…


I
Según la casi divina sabiduria de Wikipedia la felicidad es “una emoción resultado de una actividad neural fluida en la que los factores internos y externos interactúan estimulando el sistema límbico”. Desde mi perspectiva esa definición de felicidad es una  pequeña mierda semántica muy bien perfumada. No por estar equivocada, sino precisamente porque es bien correcta.
Según la definición citada anteriormente la felicidad, para decirlo de manera simple, se encuentra atada a toda actividad que logra un intercambio eficaz de fluidos de un sujeto con su entorno. Desde esta perspectiva tomarse una cerveza, eyacular y sacarse los mocos entran dentro de las actividades que nos hacen felices con justa razón y en la misma medida. Tal vez haya otras formas de definir la felicidad que parecen no estar determinadas por esas ridiculeces fisiológicas, pero todo es un suculento engaño.

Contemplemos, por ejemplo, la llamada pirámide de necesidades de Maslow. Según Maslow la satisfacción de las necesidades fisiológicas es sólo la base de la pirámide de la felicidad. Luego se encuentran la seguridad física y social, en un nivel más alto la amistad y otros tipos de sentimientos relacionados, después el reconocimiento social, y en la punta estrecha de la pirámide, la autorrealización (sólo unos poco pendejos acceden a ese nivel (corrijo: el ser pendejos les permite llegar a ese nivel)).

La pirámide de Maslow es una prueba de la idiotez del discurso occidental sobre la felicidad. Comenzando porque, si somos honestos, la pirámide debería estar invertida. Su arista superior debería ser la satisfacción de las necesidades fisiológicas, no la base. El resto de las necesidades sólo sirven de trampolín para satisfacer, de manera más eficaz y cómoda, esas necesidades primitivas. Por ejemplo, no es que el ser humano quiera alcanzar el reconocimiento después que ha satisfecho lo demás, es que el reconocimiento le sirve generalmente para alcanzar fisiológicos propósitos con más eficiencia y sin tanta dificultad.
En la medida en que somos animales sólo nos interesa realmente comer, beber, alejarnos del dolor, un buen orgasmo, ojalá no trabajar, y que no nos jodan el sueño. Somos como cerdos al estilo de Bentham, y no hay manera de negarlo sin parecer ingenuos o imbéciles (perdón, corrijo: ingenuos e imbéciles). Maslow puede tomar su pirámide, enrollarla, y hacer con ella lo que mejor le ayude a su felicidad.

La búsqueda de la felicidad en la espiritualidad y en el alejamiento del deseo no funciona para nadie, aunque se encuentre tan de moda ahora. A medias tal vez lo que se logra es una anulación de la pulsión. Pero en la medida en que hemos tenido que renunciar al mundo sólo logramos estar más atados a él. Al darle la importancia que no tiene, estamos ahora más encadenados que nunca al deseo.

Entonces ya queda bien chamuscado todo lo que se puede decir sobre la felicidad y sus posibles definiciones. 

Pero eso no es todo, lo más desagradable es el comportamiento de los que creen haber alcanzado en este mundo el culmen de la felicidad. Monos de zoológico que adrede se montan en lo más alto del árbol del mundo, con los ojos en blanco y la lengua flácida, mientras se masturban agitadamente de lo lindo frente al público asombrado que, en vez de escandalizarse, celebra con alegría el fluido que a sus caras cae desde las alturas.
Que no se entienda que estoy haciendo aquí una apologética de la tristeza, de la tragedia, del drama, del dolor. No defiendo la tristeza, la tragedia, el drama o el dolor pues estos sentimientos y manifestaciones se encuentran en el mismo plano de la felicidad, ¿cómo definir la felicidad sino teniendo su igual de puerco contrario a su ladito de referencia?
II
Me siento asombrado de la manera en que los humanos definen la felicidad. Pero eso no es lo único, lo más escandaloso de todo es el valor que le dan… Felicidad: el fin de fines. Por favor, con razón el mundo humano esta tan jodido. Entre más reflexiono alrededor del discurso sobre la felicidad más me convenzo que la felicidad es una mierda repugnante que nos quieren vender, y ni hablar de la moneda con la que la pagamos.
Vivimos nuestras vidas racionalizando nuestra felicidad hasta el punto que nos perdemos todos los acontecimientos verdaderamente interesantes a nuestro alrededor. El mundo sucede frente a nuestros ojos pero nosotros nos encontramos demasiado desesperados frotándonos contra él para verlo bien y disfrutarlo de verdad.
El mundo nos amenaza con verdades y peligros mientras nosotros seguimos sonriéndole a la cara como retrasados.

La maravilla, la hermosura del mundo se encuentra constituida porque es en su naturaleza injusto, cruel y voraz. La felicidad se encuentra totalmente excluida de ese complejo organismo que es el mundo. Sólo el ser humano ha construido un reino aparte donde puede autodefinirse como feliz, autocomplaciente y sano. Colocando además allí esos valores como el fin de la existencia. Es por esto que todas las construcciones amuralladas del hombre poseen ese sabor de la angustia, de la desesperación propia del que nada significa, nada salvo lo que él desea significar. La dignidad del hombre, su ser libre, su capacidad de ser feliz, su poder de forjar su propio mundo, es así la prueba más fehaciente de su falta de valor, de su cretinez.

Sin contar lo obvio: que ese reino de idiocias antropológicas no es más que un escupitajo gris en la arena de accidentes de la física, la biología y la historia, y aunque quedaría bien en este lugar una amplia descripción de este reino mamífero artificial no creo que sea necesaria… ¿Cómo es posible vivir feliz en este mundo de mierda? Sólo perteneciendo a la cagada, acomodándose bien en su tibieza. Señores y señoritas, procuren alejarse del olor mientras se pueda.

¿Cuál es entonces desde mi punto de vista el propósito de la vida? Considero realmente que no hay ningún propósito específico, pero si tengo que apostar le he apostado desde hace años al asombro y a la ironía, y sólo es posible alcanzar lo último con algo de amargura (que no necesariamente es sinónimo de tristeza, ni contrario a la felicidad). Lo que quiero decir es que hay que tener un poco envenenada el alma para tener una justa visión del mundo. La ironía obviamente es actividad del pensar, y el pensar es por esencia insolente. La malparidez propia del pensamiento sincero sólo es posible con oscuridades incrustadas en el corazón… Me siento hablando en este punto circularidades inútiles, así que me callo. Elevo más bien un saludo fraterno a ese Schopenhauer secreto que todos deberíamos llevar dentro, y los que no lo tienen que pena, que sigan pegándose felices tiros en el alma, como dijo mi maestro. Su felicidad, su complacencia y su tontería existen para que me pueda mofar de algo en el silencio de mi habitación, así que entre todos nos ayudamos.
III
Hace cierto tiempo supe de un grotesco cortometraje llamado Rubber Johnny, de Chris Cunningham (aconsejo verlo aqui, que sólo dura 6 min). Esta excelente pieza de arte (dicho sin ironía) poco a poco se ha vuelto en mi mente la más pura representación del ser humano y de su búsqueda de la felicidad…

Somos como ridículos Rubber Johnnies adquiriendo la felicidad por medio de las más absurdas fantasías. Malditos abortos que deslizan sebosos usados condones en los múltiples penes de nuestra propia estupidez. Dejando entrar en nuestras vaginas la suavidad palpitante del mundo gangrenoso y sucio que hemos forjado. Acompañados de nuestros mierdosos perros cabezones tan sucios y dignos como nosotros. Esnifando el polvo blanco de la bobada, de la bodoquería ridícula ad nauseam… No hagas tanto ruido, Johnny, que va a venir papá dios abriendo de nuevo la puerta del universo y te va a dañar la fiesta de la felicidad en tu mundo de penumbras. Sigue torciéndote elástico para que puedas alcanzar con más facilidad tus propios genitales. No renuncies por favor a tu sueño de DJ Mix Dancer, para que todas las parapléjicas deformes de mil mundos te limpien las heces allí mismo donde las produces… Pero aquí la voz es la del mismo Johnny Human que se da ánimos a sí mismo.

Si la felicidad es eso, pueden dejarme amargado, entonces díganme hijueputa. Quedaré encantado, y una sonrisa de felicidad será mi respuesta.