
Los físicos son aquella gente que sabe de matemáticas (los buenos saben también algo de poesía) y que se preocupan básicamente por el problema de los límites del universo. Los límites del universo son básicamente cuatro.
- El límite del origen: verdaderamente un problema serio. Se han imaginado diversas propuestas todas a mi parecer una porquería: el big bang, el acontecimiento primigenio de la singularidad, el frío intelectual del vacío cuántico, el dios arquitecto creador de los axiomas geométricos del universo... La embriogénesis del universo tal vez sea el problema más antiguo, y a mi parecer el único que no podrá ser resuelto.
- El límite de lo más grande: el problema de la forma del universo, de su arquitectura macroscópica. Realmente un problema secundario a mi parecer.
- El límite de lo más pequeño: el problema de la constitución microscópica del cosmos. Sinceramente este problema debería quedar en la sombra su respuesta. Incluso suponiendo que estuviera en las manos humanas encontrar la verdad (algo que dudo). No quiero imaginar lo que sucedería si mi intuición es cierta. ¿En qué consiste la micrométrica del universo?. De nada, absolutamente. Vacío puro sin forma ni tiempo. Alguien podría decir que cómo es eso posible pues es claro que la materia es algo, si los acontecimientos suceden cómo puede no ser nada el universo infinitesimal. Pero la idea de que la materia y los acontecimientos, al ser sumados y restados se anulen mutuamente no es refutada realmente por ninguna cosa. El universo en su totalidad podría bien ser simplemente una ilusión epistémica a nuestros inexistentes ojos.
- El límite del final: es el problema de hacia donde se dirige el universo, cual es su futuro. Este es el asunto que en este momento me interesa.
Poder pensar el final del universo no me parece una cosa tan difícil en un primer momento. Creo que es un asunto cualquiera que conozca el segundo principio de la termodinámica puede suponer. Cito la sabiduría de la red porque me da pereza redactar algo propio:
“La segunda ley de la termodinámica o segundo principio de la termodinámica expresa, en una forma concisa, que "La cantidad de entropía de cualquier sistema aislado termodinámicamente tiende a incrementarse con el tiempo, hasta alcanzar un valor máximo". Más sencillamente, cuando una parte de un sistema cerrado interacciona con otra parte, la energía tiende a dividirse por igual, hasta que el sistema alcanza un equilibrio térmico.”
Esto lo que quiere decir es que la energía poco a poco se degrada (se disipa) hasta tal punto que ya no funciona para crear materia ni movimiento ni nada por el estilo. La energía sólo funciona cuando existe una asimetría, cuando la energía se encuentra “organizada”. Una presa hidroeléctrica por ejemplo genera energía que puede ser transformada en electromagnetismo porque existe un desequilibrio entre el agua elevada en la presa y el cauce del río abajo. La gravedad procura que ese desequilibrio no dure mucho y cuando toda el agua se encuentra al mismo nivel la presa ya no sirve. Los muros de la presa no sirven para detener la gravedad (cosa imposible), sino para retrasar el proceso de aumento de la entropía del sistema agua. Sólo retrasa el proceso, pues los muros de la presa son sistemas organizados que poco a poco también se desorganizan y entran en un estado de equilibrio con su entorno. El asfalto es invadido por el agua, las semillas de las plantas pronto corroen la superficie y la presa se derrumba.
Por otro lado, un sistema sólo puede entrar en desequilibrio (esto es: organizarse) cuando energía exterior al sistema incide sobre él. Las neveras por ejemplo mantienen frío su interior conduciendo el calor de su interior al exterior, y ese desequilibrio térmico solo puede llevarse a cabo por medio de la colaboración de energía adicional (electricidad). La nevera puede hacer esto porque nosotros, seres conscientes e inteligentes, la hemos construido. La inteligencia es una forma de energía en cierto sentido, y ella surge de formas de vida que ellas mismas se encuentran en desequilibrio (altamente organizadas).
Los seres vivos son sólo cápsulas de superorden altamente eficaces. Si partimos del hecho que tal estado de organización sólo puede llevarse a cabo por medio de energía adicional, y ya que la energía siempre es degradada (por lo que la organización creada por la energía siempre es inferior a ella misma, ya que hay un “gasto” inevitable), entonces la pregunta obvia es cómo esa energía viviente se organizó en un primer momento, pues no se encuentra en el universo un sistema tan altamente organizado como los propios seres vivos. En pocas palabras, a lo que me refiero es a esto: quien diablos nos dio el empujón inicial que nos permitió crear Neveras... Esto me lleva a recordar que cuando me encuentro con un ateo me sonrío y no digo nada, sólo me regocijo de su ingenuidad y de su estupidez. Si alguien me dice que la energía de los seres vivos proviene del sol no más y que no hay necesidad de pensar en otra cosa yo tendría dos que decirle:
1) ¿Quien mierdas creó el sol?, ¿o quien mierdas creó lo que permitió que el sol se creara, o quien fue el mierdoso que creo lo que se necesitaba para que se organizara lo que se necesitaba para que el sol se organizara? (en pocas palabras, si el asunto de la entropía se traslada hacia el límite del origen del universo estamos en un bastante coprológico problema)
2) la energía del sol sólo puede desorganizarse más y más. Es cierto que la energía del sol se acumula en la tierra, pero ¿qué la obligó a organizarse en formas de vida complejísimas?.
No digo que esto sea prueba suficiente para la existencia de un motor inmóvil o alguna metafórica tolondrada de esas. Sólo digo que el misterio de todo ese asunto no ha sido resuelto ni de cerca, y mientras no sea solucionado ser ateo no es más racional que hablar en la lengua de Adán y danzar al son de sucias panderetas mientras se escucha a un tarado brasilero cebollino bien vestido recitándole a uno con un histrionismo vergonzoso esa muerganez llena de sangre, sexo y mierda seca que llaman biblia, y que no es más que la bitácora autocomplaciente de una tribu primitiva de tontucios sedientos de violencia, junto con la posterior historia de un tipo que, aunque relativamente agradable, lo más probable es que necesitara (hijo de dios o no) de un buen antipsicótico.
Pero ya me desvié.
El asunto principal es que, según el segundo principio, al universo no le queda de otra sino degradarse, volverse absolutamente inerte. Desaparecer dentro de sí mismo en una nulidad llena de materia en cero absoluto. Es lo que yo llamo “la muerte de cristal”. No hay manera de escapar a este destino, así que todo lo demás vale 5 pulgas.
(Obviamente esto es más complicado porque la entropía juega un papel no aislado, sino que se debe calcular el destino del universo con otras variables. Por ejemplo, el nivel de su expansión. Pero realmente si me pongo a pensar en todo eso termino necesitando antipsicóticos yo mismo, y la idea de escribir es precisamente ahorrarme esos molestos menesteres. Así que los muy intelectuales en esas cosas pues que lean al paralítico y a sus superamigos y que no me jodan mi reflexión.)
La muerte de cristal es imposible evitarla si el universo es por si mismo un sistema cerrado inerte. Ese destino es aterrador y la pregunta que me propongo responder es si hay alguna manera de evadir esta miserable conclusión que obviamente le importa un centavo al hombre de a pie.
Sólo hay una manera que ese destino sea diferente. Lo que propongo como todo lo que escribo no es nuevo, es una idea que tal vez sea tan vieja como la humanidad primitiva y sus misteriosos animismos. Cuando cada piedra y río tenían una razón de ser y un alma. La única manera que creo tenemos para pensar que el universo puede evadir la muerte de cristal es aceptar que nuestro hogar no es inerte, sino que el universo es un ser vivo como nosotros, y que como nosotros puede autoorganizarse.
Esta premisa tiene dos consecuencias:
- Los seres vivos, dentro del universo, no somos entonces más que parásitos. Esta conclusión tampoco es que necesite de premisas. Contra la evidencia no hay lógica que valga y para las cosas verdaderamente importantes de este mundo la lógica sólo sirve para hacerse el payaso.
- Si el universo es un ser vivo entonces no puede pensarse sin un ecosistema, ya que la organización de los sistemas vivos sólo se sostiene porque ellos permanecen en desequilibrio con su entorno, intercambiando fluidos y energía, consumiendo alimentos altamente organizados (otros seres vivos) y expulsando Deshechos Entrópicos Orgánicos (un elegante eufemismo para “mierda” (lo menciono no por pasarme de grosero y ordinario sino porque hay gente muy querida a la que no le gustan los eufemismos entonces que pena con los sensibles)).
La segunda conclusión me parece hermosa. El universo, como ser vivo, debe tener un ecosistema, un gran contexto que le de sentido. Porque obviamente el universo mismo no lo tiene. El único sentido de la vida en su aislamiento es seguir siendo vida, parásitos conmovedores los seres vivos se agitan en una afán de saciar su necesidad de ser, como un gran obseso sexual que gira y se menea alrededor de su órgano hasta autodestruirlo, que copula con el aire y consigo mismo hasta morir. Eso somos los seres vivos nada más.
Quisiera poder comprender esa sandez que llamamos universo. Quisiera que alguna revelada mentira creíble se me ofreciera. Cuando contemplo el cielo, cuando a mis ojos se le ofrecen análogas las estrellas sólo puedo sentir que allí arriba, pese a toda la hermosura que una parte de mi puede imaginar, sólo podría encontrar banalidades. Como si también nosotros sólo fuéramos una manifestación más de la gran burrada cósmica, del gran insulto existencial.
¿Cómo pensar diferente?. ¿Cómo es posible pensar el universo como algo que provoque seriedad, digno de honor y de alabanza?. Sólo por medio de un gran poder imaginativo puedo pensar el universo como algo que merezca siquiera ser pensado. Sólo lo logro imaginándolo perteneciente a un gran todo (lo cual es paradójico porque obviamente se supone que el universo es ese gran todo).
Pero el punto importante aquí es que si el universo es un gran ser vivo debe también ser un parásito de algo, debe ser entonces igual a aquellos que lo habitan. ¿Qué ser viviente será?. Yo lo imagino como un hongo que roe el eterno e infinitamente duro material de las paredes lisas, níveas, de un macrocosmos por fuera del espacio-tiempo. Imagino esas paredes, sin extensión, sin color, pero con una plana geometría perfecta. Me imagino al universo pegado a esa geometría plana sin figuras, una mancha hundida que lame. Me regocijo con esta intuición. El universo como un hongo colosal que carcome y carcome, como un buda ultradimensional que en posición de loto socava la tierra con su trasero.
El universo se expande y la infección persevera y se autofecunda. El gran universo, la colonia de heterótrofos inmóviles que tiene como único propósito alojar otros heterótrofos inmóviles. El hombre-hongo que no es sino un parásito de un parásito de un parásito de un parásito. La banalidad humana entonces no es sino la manifestación de ese parasitismo regresivo (bueno, nadie me podrá negar que por lo menos le he encontrado algún sentido a la vida humana). El universo, básicamente, no sirve para nada más. Extravagante es que uno solo pueda encontrar belleza en lo banal.
Esperemos, algunos deberán rezar tal vez, para que no se use un buen antimicótico en esas paredes.
Siento placer pensando que nuestro universo es un simple hongo, pero también que en ese vasto no-lugar en ese ecosistema de paradojas cucarachas y moscas también deben existir. Esos complejos, neuronales y violentos universos-insecto, cuya ansiedad sin piedad devora otros universos vivientes, deben ser de una incontestable y horripilante hermosura.