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La Idea de un Universo-Hongo


Los físicos son aquella gente que sabe de matemáticas (los buenos saben también algo de poesía) y que se preocupan básicamente por el problema de los límites del universo. Los límites del universo son básicamente cuatro.

  1. El límite del origen: verdaderamente un problema serio. Se han imaginado diversas propuestas todas a mi parecer una porquería: el big bang, el acontecimiento primigenio de la singularidad, el frío intelectual del vacío cuántico, el dios arquitecto creador de los axiomas geométricos del universo... La embriogénesis del universo tal vez sea el problema más antiguo, y a mi parecer el único que no podrá ser resuelto.
  2. El límite de lo más grande: el problema de la forma del universo, de su arquitectura macroscópica. Realmente un problema secundario a mi parecer.
  3. El límite de lo más pequeño: el problema de la constitución microscópica del cosmos. Sinceramente este problema debería quedar en la sombra su respuesta. Incluso suponiendo que estuviera en las manos humanas encontrar la verdad (algo que dudo). No quiero imaginar lo que sucedería si mi intuición es cierta. ¿En qué consiste la micrométrica del universo?. De nada, absolutamente. Vacío puro sin forma ni tiempo. Alguien podría decir que cómo es eso posible pues es claro que la materia es algo, si los acontecimientos suceden cómo puede no ser nada el universo infinitesimal. Pero la idea de que la materia y los acontecimientos, al ser sumados y restados se anulen mutuamente no es refutada realmente por ninguna cosa. El universo en su totalidad podría bien ser simplemente una ilusión epistémica a nuestros inexistentes ojos.
  4. El límite del final: es el problema de hacia donde se dirige el universo, cual es su futuro. Este es el asunto que en este momento me interesa.

Poder pensar el final del universo no me parece una cosa tan difícil en un primer momento. Creo que es un asunto cualquiera que conozca el segundo principio de la termodinámica puede suponer. Cito la sabiduría de la red porque me da pereza redactar algo propio:

La segunda ley de la termodinámica o segundo principio de la termodinámica expresa, en una forma concisa, que "La cantidad de entropía de cualquier sistema aislado termodinámicamente tiende a incrementarse con el tiempo, hasta alcanzar un valor máximo". Más sencillamente, cuando una parte de un sistema cerrado interacciona con otra parte, la energía tiende a dividirse por igual, hasta que el sistema alcanza un equilibrio térmico.

Esto lo que quiere decir es que la energía poco a poco se degrada (se disipa) hasta tal punto que ya no funciona para crear materia ni movimiento ni nada por el estilo. La energía sólo funciona cuando existe una asimetría, cuando la energía se encuentra “organizada”. Una presa hidroeléctrica por ejemplo genera energía que puede ser transformada en electromagnetismo porque existe un desequilibrio entre el agua elevada en la presa y el cauce del río abajo. La gravedad procura que ese desequilibrio no dure mucho y cuando toda el agua se encuentra al mismo nivel la presa ya no sirve. Los muros de la presa no sirven para detener la gravedad (cosa imposible), sino para retrasar el proceso de aumento de la entropía del sistema agua. Sólo retrasa el proceso, pues los muros de la presa son sistemas organizados que poco a poco también se desorganizan y entran en un estado de equilibrio con su entorno. El asfalto es invadido por el agua, las semillas de las plantas pronto corroen la superficie y la presa se derrumba.

Por otro lado, un sistema sólo puede entrar en desequilibrio (esto es: organizarse) cuando energía exterior al sistema incide sobre él. Las neveras por ejemplo mantienen frío su interior conduciendo el calor de su interior al exterior, y ese desequilibrio térmico solo puede llevarse a cabo por medio de la colaboración de energía adicional (electricidad). La nevera puede hacer esto porque nosotros, seres conscientes e inteligentes, la hemos construido. La inteligencia es una forma de energía en cierto sentido, y ella surge de formas de vida que ellas mismas se encuentran en desequilibrio (altamente organizadas).

Los seres vivos son sólo cápsulas de superorden altamente eficaces. Si partimos del hecho que tal estado de organización sólo puede llevarse a cabo por medio de energía adicional, y ya que la energía siempre es degradada (por lo que la organización creada por la energía siempre es inferior a ella misma, ya que hay un “gasto” inevitable), entonces la pregunta obvia es cómo esa energía viviente se organizó en un primer momento, pues no se encuentra en el universo un sistema tan altamente organizado como los propios seres vivos. En pocas palabras, a lo que me refiero es a esto: quien diablos nos dio el empujón inicial que nos permitió crear Neveras... Esto me lleva a recordar que cuando me encuentro con un ateo me sonrío y no digo nada, sólo me regocijo de su ingenuidad y de su estupidez. Si alguien me dice que la energía de los seres vivos proviene del sol no más y que no hay necesidad de pensar en otra cosa yo tendría dos que decirle:

1) ¿Quien mierdas creó el sol?, ¿o quien mierdas creó lo que permitió que el sol se creara, o quien fue el mierdoso que creo lo que se necesitaba para que se organizara lo que se necesitaba para que el sol se organizara? (en pocas palabras, si el asunto de la entropía se traslada hacia el límite del origen del universo estamos en un bastante coprológico problema)

2) la energía del sol sólo puede desorganizarse más y más. Es cierto que la energía del sol se acumula en la tierra, pero ¿qué la obligó a organizarse en formas de vida complejísimas?.

No digo que esto sea prueba suficiente para la existencia de un motor inmóvil o alguna metafórica tolondrada de esas. Sólo digo que el misterio de todo ese asunto no ha sido resuelto ni de cerca, y mientras no sea solucionado ser ateo no es más racional que hablar en la lengua de Adán y danzar al son de sucias panderetas mientras se escucha a un tarado brasilero cebollino bien vestido recitándole a uno con un histrionismo vergonzoso esa muerganez llena de sangre, sexo y mierda seca que llaman biblia, y que no es más que la bitácora autocomplaciente de una tribu primitiva de tontucios sedientos de violencia, junto con la posterior historia de un tipo que, aunque relativamente agradable, lo más probable es que necesitara (hijo de dios o no) de un buen antipsicótico.

Pero ya me desvié.
El asunto principal es que, según el segundo principio, al universo no le queda de otra sino degradarse, volverse absolutamente inerte. Desaparecer dentro de sí mismo en una nulidad llena de materia en cero absoluto. Es lo que yo llamo “la muerte de cristal”. No hay manera de escapar a este destino, así que todo lo demás vale 5 pulgas.

(Obviamente esto es más complicado porque la entropía juega un papel no aislado, sino que se debe calcular el destino del universo con otras variables. Por ejemplo, el nivel de su expansión. Pero realmente si me pongo a pensar en todo eso termino necesitando antipsicóticos yo mismo, y la idea de escribir es precisamente ahorrarme esos molestos menesteres. Así que los muy intelectuales en esas cosas pues que lean al paralítico y a sus superamigos y que no me jodan mi reflexión.)

La muerte de cristal es imposible evitarla si el universo es por si mismo un sistema cerrado inerte. Ese destino es aterrador y la pregunta que me propongo responder es si hay alguna manera de evadir esta miserable conclusión que obviamente le importa un centavo al hombre de a pie.

Sólo hay una manera que ese destino sea diferente. Lo que propongo como todo lo que escribo no es nuevo, es una idea que tal vez sea tan vieja como la humanidad primitiva y sus misteriosos animismos. Cuando cada piedra y río tenían una razón de ser y un alma. La única manera que creo tenemos para pensar que el universo puede evadir la muerte de cristal es aceptar que nuestro hogar no es inerte, sino que el universo es un ser vivo como nosotros, y que como nosotros puede autoorganizarse.

Esta premisa tiene dos consecuencias:

  • Los seres vivos, dentro del universo, no somos entonces más que parásitos. Esta conclusión tampoco es que necesite de premisas. Contra la evidencia no hay lógica que valga y para las cosas verdaderamente importantes de este mundo la lógica sólo sirve para hacerse el payaso.
  • Si el universo es un ser vivo entonces no puede pensarse sin un ecosistema, ya que la organización de los sistemas vivos sólo se sostiene porque ellos permanecen en desequilibrio con su entorno, intercambiando fluidos y energía, consumiendo alimentos altamente organizados (otros seres vivos) y expulsando Deshechos Entrópicos Orgánicos (un elegante eufemismo para “mierda” (lo menciono no por pasarme de grosero y ordinario sino porque hay gente muy querida a la que no le gustan los eufemismos entonces que pena con los sensibles)).

La segunda conclusión me parece hermosa. El universo, como ser vivo, debe tener un ecosistema, un gran contexto que le de sentido. Porque obviamente el universo mismo no lo tiene. El único sentido de la vida en su aislamiento es seguir siendo vida, parásitos conmovedores los seres vivos se agitan en una afán de saciar su necesidad de ser, como un gran obseso sexual que gira y se menea alrededor de su órgano hasta autodestruirlo, que copula con el aire y consigo mismo hasta morir. Eso somos los seres vivos nada más.

Quisiera poder comprender esa sandez que llamamos universo. Quisiera que alguna revelada mentira creíble se me ofreciera. Cuando contemplo el cielo, cuando a mis ojos se le ofrecen análogas las estrellas sólo puedo sentir que allí arriba, pese a toda la hermosura que una parte de mi puede imaginar, sólo podría encontrar banalidades. Como si también nosotros sólo fuéramos una manifestación más de la gran burrada cósmica, del gran insulto existencial.

¿Cómo pensar diferente?. ¿Cómo es posible pensar el universo como algo que provoque seriedad, digno de honor y de alabanza?. Sólo por medio de un gran poder imaginativo puedo pensar el universo como algo que merezca siquiera ser pensado. Sólo lo logro imaginándolo perteneciente a un gran todo (lo cual es paradójico porque obviamente se supone que el universo es ese gran todo).

Pero el punto importante aquí es que si el universo es un gran ser vivo debe también ser un parásito de algo, debe ser entonces igual a aquellos que lo habitan. ¿Qué ser viviente será?. Yo lo imagino como un hongo que roe el eterno e infinitamente duro material de las paredes lisas, níveas, de un macrocosmos por fuera del espacio-tiempo. Imagino esas paredes, sin extensión, sin color, pero con una plana geometría perfecta. Me imagino al universo pegado a esa geometría plana sin figuras, una mancha hundida que lame. Me regocijo con esta intuición. El universo como un hongo colosal que carcome y carcome, como un buda ultradimensional que en posición de loto socava la tierra con su trasero.

El universo se expande y la infección persevera y se autofecunda. El gran universo, la colonia de heterótrofos inmóviles que tiene como único propósito alojar otros heterótrofos inmóviles. El hombre-hongo que no es sino un parásito de un parásito de un parásito de un parásito. La banalidad humana entonces no es sino la manifestación de ese parasitismo regresivo (bueno, nadie me podrá negar que por lo menos le he encontrado algún sentido a la vida humana). El universo, básicamente, no sirve para nada más. Extravagante es que uno solo pueda encontrar belleza en lo banal.

Esperemos, algunos deberán rezar tal vez, para que no se use un buen antimicótico en esas paredes.

Siento placer pensando que nuestro universo es un simple hongo, pero también que en ese vasto no-lugar en ese ecosistema de paradojas cucarachas y moscas también deben existir. Esos complejos, neuronales y violentos universos-insecto, cuya ansiedad sin piedad devora otros universos vivientes, deben ser de una incontestable y horripilante hermosura.

La herida que siempre hemos tenido...

Las cuatro heridas
Las “heridas narcisistas” de la modernidad según Freud son aquellas que, de una u otra forma, desmontan al hombre del lugar predilecto en el que él mismo se había situado en el universo.
Cronológicamente ellas son: la teoría heliocéntrica de Copérnico, la teoría de la evolución de Darwin, y la exposición del inconsciente por el propio Freud.

Copérnico nos expulsa de nuestro lugar privilegiado en el mundo, el centro del sistema solar. Diluye además la finitud cerrada del universo aristotélico para instaurar un espacio frío y silencioso lleno de interrogantes más que de respuestas para el alma del hombre.
Darwin por su lado arremete contra aquel pedestal elevado donde nos manteníamos distanciados del resto de las criaturas vivas e inertes, como entes semidivinos creados a nuestra imagen y semejanza. No tenemos ahora el poder religioso para someter y esclavizar a los animales, antes nos vemos rebajados a ser también meros animales, frutos del azar y las variaciones climáticas.
Freud por último destroza las cañerías escondidas de la razón humana y nos enseña a observarnos como seres manipulados por nuestras propias pulsiones desconocidas. No nos queda más que dudar de todas nuestras supuestas evidencias racionales por estar fundamentadas en pasiones sin control.
Una herida sobre nuestro lugar en el mundo, una sobre nuestro origen, una sobre nuestra razón. Sin embargo, hay una cuarta herida que pocos reconocen pero que siempre ha estado allí, una herida oculta que nos define de forma negativa e insistente. Una cuya sombra no es reducirnos o humillarnos, sino exhibir nuestra vergüenza y nuestra falta de reflexión sobre nosotros mismos y sobre el resto del universo. Esa herida no tiene nombre, ni protagonista, ni es teoría alguna que pueda ser refutada, y sólo puedo explicarla trabajosa y torpemente.


La pregunta que nos permite reconocer nuestra herida es sencilla: en todas esas estrellas infinitas que constituyen nuestro universo ¿existirán seres inteligentes, seres hermanos parecidos a nosotros, o es que simplemente estamos solos en el universo?
Reflexionemos sobre las respuestas posibles:
  • No somos los únicos, existe al menos un planeta donde la vida ha germinado al igual que aquí, como una infección vaporosa causante de todos los edemas asombrosos del mundo.
Pero si en otro planeta la vida fue posible, entonces ella no es un acontecimiento singular, sino un patrón repetible, aburrido y cómodo.
  • O somos los únicos, no existe ningún planeta donde la vida se haya abierto paso a través de podridos mecanismos.
Pero si en otro planeta la vida nunca ha existido, entonces la vida es un acontecimiento singular que no responde a ningún plan o ley, es un simple hecho perdido, desesperado y absurdo.

Lo que se presenta entonces en este momento es un dilema compuesto por dos islas carcomidas por la misma acuosa y turbulenta ignorancia. Esa herida abre nuestra carne en dos y descubre la desnudez del hueso, el vacío blanco y poroso del que estamos hechos… Es que ser conscientes que nuestra vida se lleva a cabo a la luz de esa mísera oscuridad es realmente aterrador.


Los cuernos del dilema

Reflexionemos sobre los dos cuernos del dilema.
Cuerno 1: Imaginemos primero que somos únicos. Si estamos solos entonces el vasto universo obedece a mecanismos que no nos pertenecen y a los que no pertenecemos. Somos entonces organismos desgraciados que comen, copulan, se asesinan y excretan sin sentido alguno…
Recuerdo que escuché una vez uno de los argumentos más famosos esgrimidos a favor de la idea contraria (que no estamos solos): "Si en verdad estamos solos en el Universo, ¿no les parece un gran desperdicio de espacio?"… Que idiotez tan sorprendente. El universo a fin de cuentas ni noticia de lo que es la maldita economía del espacio (como si fuera algo de suyo evidente que el cosmos no fue decorado por un jodido minimalista). El argumento pretende ser religiosamente neutro, pretende colocar al hombre en un contexto materialista donde la evolución juega un papel preponderante y donde ella le da sentido a las criaturas terrestres porque las hace pertenecer a un biologismo popular, democrático. Pero el argumento no pasa de ser un miserable “debe ser” racionalista, un muérgano pseudorazonamiento que carece tanto de confirmación como de honor, una manifestación desesperada de los calzonudos, de los cobardes atemorizados con nuestra propia tontería. Qué desperdicio de espacio ni que tontería.

Hasta hace poco sentía admiración por los físicos, los astrónomos y los cosmólogos humanistas estilo Carl Sagan o el Parapléjico aquel, pero ya no gracias al señor mi dios que en él confío, y me reservo los denuestos porque ya me imagino la gente jodiéndome porque no respeto ni a las mentes más brillantes de este siglo (como si el vocablo “mente brillante” fuera consistente lectores imbéciles de esquina).

Cuerno 2: Imaginemos ahora que no estamos solos, que somos simplemente una manifestación más de un cúmulo infinito de acontecimientos iguales a nosotros, el universo entonces lleno de vida y de inteligencia. Pero entonces no hay nada de digno en el ser humano. ¿Creaciones de dios?, ¿de un dios prolífico, promiscuo y desesperado?, ¿eyaculando desordenadamente sobre los millones de puntos cardinales del firmamento?... ¿O somos simplemente una consecuencia más de una ley natural igual de fértil que una deidad desesperanzada de sí misma? De todas formas, no entiendo realmente qué podemos esperar de nuestra existencia si el cosmos se encuentra sobrepoblado de mentes, brazos, intestinos que se atragantan con otros intestinos, ojos que absorben la savia de las cosas desde eones atrás. Comparado con este universo de riquezas y de mentes nuestro propio mundo no es más que una humillación. Frente al resto del cosmos nosotros mismos somos nuestra más avergonzante refutación moral.

Esos son los dos cuernos del dilema. Esa es la gran herida que he querido descubrir con torpeza. Cómo es posible que el ser humano pueda seguir su vida pretendiendo ignorar ese teatro cósmico que se le oculta mediante un telón de penumbra. Un teatro que nos define como un absurdo o como una vergüenza.

Yo, yo sé por qué, sé por qué el ser humano puede seguir tan cotidiano y bobo. Es la ignorancia. No conocer realmente la respuesta al dilema nos permite pretender que no existe, que estamos más bien frente a una disyuntiva inútil, falso aprieto que no sirve para nada y que sólo ocupa a inteligencias desocupadas y pseudointelectuales. Esa es la razón por la cual el hombre no es capaz de penetrar su propia llaga con el dedo.

Sólo es imaginar que al ser humano se le presente con absoluta certeza una respuesta al dilema para que su mundo termine. Para que nos invada el terror absoluto y despótico de la soledad, o para que nos invada la vergüenza de reconocernos torpes niños endebles, culicagados llenos de hermanos mayores (o aún si sólo encontráramos menores, si nosotros somos lo más maduro que ha podido surgir de la búsqueda de la estabilidad de la materia, pues eso si sería para no dar el brazo a torcer con la idea de que el universo en su totalidad no es sino una caca colosal surgida de la singularidad rectal de la Nada (¿qué habrá comido para cagar eso?, la sola pregunta me asusta pero me permite una tangencial reflexión[1])).


Las soluciones posibles nos llevan a lo mismo
(la verdadera herida)


Pero eso no es todo. Porque, estoy convencido, es posible sentirnos perturbados sin que la respuesta concreta al dilema se nos revele. La razón es que sea cual sea la respuesta se puede desprender la misma consecuencia: Si estamos solos, entonces todo el universo es una gran simetría árida, un gran patrón que se repite y que sólo nos tiene a nosotros como vil excepción que no vale ser tenida en cuenta. Si, en cambio, no estamos solos el universo, entonces él es de nuevo un gran patrón que se repite, y nosotros somos simplemente un grano de arena más, un subproducto de cualquier ecuación aburrida.
Si estamos solos entonces el universo es un patrón que se repite. Si no estamos solos entonces el universo es un patrón que se repite.
Como estas dos opciones se reparten todos los posibles universos humanos, entonces este universo, suceda lo que suceda, es la misma estupidez vuelta un patrón. Un círculo perfecto que no es capaz de movimiento o de evolución, un bosquejo en blanco y negro.
Probablemente todo el universo sea sólo el crecimiento enfermo de algo mucho mas tedioso, grande y omnicomprensivo, una gran burla muy bien planeada... Dios crea el universo, el universo crea las estrellas, las estrellas crean los planetas, los planetas generan la vida, la vida impone la necesidad, la necesidad crea la carne, la carne crea la necesidad, la carne y la necesidad crean al simio, el simio afila el pedernal, el pedernal crea al Hombre, el Hombre crea a Dios, el cual crea el universo. Aquel universo que ha posibilitado la existencia misma del pedernal, que ha creado al hombre. En ese macrocosmos Dios, Hombre y Pedernal se mantienen bien ocupados. Semicírculos de una sola geometría que rueda sin causa alguna cuesta abajo, para luego ascender. Y de nuevo. Del vértigo existencial dan ganas es de vomitar.
Por eso no creo en multiplicidad ni en variedades ilusorias o creativas. Productos son de las pasiones de los que no creen en la verdadera bendición, la de la carne, la de la sensualidad. No es posible entonces sentirse angustiado o desesperanzado cuando, en principio, siempre se ha vivido en oscuridad. La única alegría que siento es que por dentro somos también repetitivos, que en nuestros cuerpos fluye un reino microscópico voraz, un paraíso igual a éste que nos reciclará en nuestra muerte. Quizás dioses allí no existan, pero ese mundo interno existe, y en ese mundo hay una selva que en este mundo no conozco, pero que amo; y la selva misma existe y persevera. Una selva microscópica pero real, no ilusoria ni metafórica… El hombre a lo largo de sus días se alimenta de semillas, de esporas levantadas por el polvo, de parásitos sin nombre. Sin saberlo una selva ha crecido en su vientre enfermo. Allí se alojan Tigres-Gusano habitando en cuevas pulmonares.
En esa mi selva me sumerjo de noche. Arrastrándome sobre las hojas, y entre gritos casi humanos de agitación, sigo el camino de heces arrojadas hasta las acumulaciones de mis primates. Allí surge otra inteligencia o no surge ninguna. Repugnante todo en sus detalles.



[1] Este pensamiento obviamente oculta una paradoja:
Si el universo fue cagado, entonces el ano debería haber existido antes que él. Pero entonces, ¿donde estaba el ano previamente?. Pues en un meta-universo se podría responder, y entonces la nueva pregunta es cómo surgió ese meta-universo, y si fue cagado el meta-universo mismo, entonces su origen debe estar en un meta-meta-universo, y así ad nauseam. Esto obviamente (?) es inaceptable.
Pero, además del anterior problema lógico, se encuentra este otro problema: que cada universo utilizaría como alimento y cuerpo la cagada del anterior, lo que generaría una degradación nutricional inimaginable de la materia del cosmos.
La única solución posible a este problema es admitir que el universo se cagó a sí mismo. No dejemos por favor que la metáfora fisiológico-digestiva nos impida ver una posible salida razonable al serio problema del origen.