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Razones a favor del Fin del Mundo




Entendamos aquí la expresión “fin del mundo” de esta manera: la extinción de la humanidad.


Las razones por las cuales los seres humanos pueden desaparecer son variadas y no excluyen en principio razones místico religiosas. Lo importante en este caso no es la causa, sino el efecto.

Nuestra civilización occidental ha estado obsesionada con la idea del fin del mundo desde hace ya tiempos, y con mucha razón. El apocalipsis bíblico machacó la mente de los pobres campesinos medievales con trompetas, putas montadas en dragones, corderos con pulgares oponibles, muchedumbres tatuadas con nombres contestatarios y otras alucinaciones menores. Ese miedo ha sobrevivido como toda otra conmiseración religiosa… 

La otra religión occidental (la ciencia) también ha colocado la tranquilidad humana en jaque por generaciones enteras. El universo ptolemaico era muy tranquilo, encerrado en esferas perfectas la tierra estaba protegida de todo, salvo del demonio que corroía almas y genitales. Copérnico y su banda de malhechores abrieron entonces el universo, y con él entraron asteroides asesinos, marcianos invasores, megacolisiones planetarias, la ciencia actual añadió a la antigua lista de anticristos a las supernovas, los agujeros negros, las estrellas de neutrones, los planemos, las inversiones de polos, las tormentas solares...Y hasta a simulacros de big bang a pequeña escala. Las hijas de nuestra ciencia (la tecnología y la soberbia) han colaborado con lo suyo, bombas atómicas, contaminación, mutaciones artificiales de virus, calentamiento global… No hay un fin del mundo que no haya sido considerado, y en cierto punto facilitado, por nuestra naturaleza paranoica de simios arborícolas.

Sin embargo quisiera hoy considerar el fin del mundo (la desaparición de nuestra especie) como un favor que nos hacen, o que nos hacemos. Quisiera considerar el fin del mundo no tanto como un mal, sino como una necesidad ética que debería ser pensada seriamente como algo deseable.

Ahora bien, dispuestos a ver el fin del mundo como algo horrible, ¿cuales son las razones a favor de esto? (además de la evidente pérdida de vidas humanas), es decir, ¿por qué es necesario rechazar la extinción de la raza humana? ¿Qué hay de existencialmente bueno en nuestra especie para ser considerada como algo positivo que debe ser conservado?

Un número sin fin de respuestas pueden darse que se apoyen en cosas positivas que los hombres hayamos hecho en el presente o en el pasado. Pero, considerando en una balanza el peso relativo de esas buenas obras, con la tormentosa gravedad de las cosas viles y asquerosas que los seres humanos nos hemos hecho a nosotros, a nuestros hermanos animales y al mundo entero, la idea de considerar la conservación de la raza humana como algo deseable es algo ridículo, y hasta de inconfundibles y perversas características diabólicas.
Así, si alguna respuesta benévola con la raza humana es posible dar, esa respuesta debe girar alrededor, no de nuestro pasado o presente como especie, sino alrededor de nuestro futuro. Es decir, los únicos argumentos posibles son simples hipótesis de cosas por suceder.
Aun así, considero necesario enfrentarme a estas extravagancias para mostrar su carácter risible.

De manera muy general se han considerado dos respuestas moralmente positivas cuando se pregunta por nuestro futuro:

  1. El futuro de la humanidad se encuentra en que en ella ha crecido la conciencia, la cual posibilitará que el universo se conozca a sí mismo.
  1. El futuro de la humanidad es la perfección moral del hombre.

Enfrentémonos a la primera de estas gansadas entonces y mostremos lo evidente.¿En que demonios piensa una persona que afirma algo como 1?

1a) El futuro de la humanidad se encuentra en el espacio, colonizándolo y esparciendo la vida y la conciencia por todo el universo.
Esperen yo entiendo esto, el que dice lo anterior obviamente piensa en películas y series de ciencia ficción como Stark Trek, por ejemplo. Los seres humanos recorriendo el cosmos al son de pulsos Warp. Viajando por agujeros negros con naves del tamaño de asteroides. Llevando la vida a galaxias ignotas, sembrando frijolitos en planetas desconocidos… Por favor, esas son idioteces de ciencia ficción de los 70s y 80s, cuando todavía no considerábamos el daño local que le hacemos a nuestro propio planeta. Refutar esta estupidez es sencillo. Cuando logremos el nivel de tecnología necesario para hacer realidad esos sueños infantiles ya hace rato que no existiremos, pues el daño que le hacemos a este planeta terminará matándonos. Y aunque el daño no sea suficiente para extinguirnos, los grandes países y las grandes economías sucumbirán. Garantizar el fluido de los materiales no renovables del planeta (o potencialmente renovables pero en peligro, como el agua) será nuestra prioridad tecnológica. Garantizar nuestra alimentación será otra. Considerar paliativos para los daños que hemos hecho al ecosistema terrestre será la tercera. Que pena amigos frikis de la ciencia ficción pero, puede que lleguemos a Marte alguna vez (y hasta eso lo pongo en duda) por curiosidad tal vez lo haremos, para decir que pudimos. Pero colonizar a Marte no será una meta humana real nunca, estaremos muy ocupados arreglando nuestro propio basurero en casa. ¿Cómo esperamos entonces llevar la conciencia a todos los terrenos del universo? Esa es una patosidad ignorante.


1b) El futuro de la humanidad se encuentra en el conocimiento total, en descubrir la esencia misma del universo, su origen, misterios y futuro.
Cualquier persona con algo de formación en metodología científica sabe muy bien que el afán humano de captar la verdad del universo es una lúgubre ilusión medieval. La ciencia no logra eso. Nuestras teorías científicas son más instrumentos que verdades. Esto es harto conocido. Pero aquí me quiero enfocar más bien en otro tipo de refutación, una idea que llamo, el Efecto Local, y que supone que es imposible en principio conocer la verdad:
Imaginemos que nuestra galaxia se encuentra ubicada en un punto del universo tal que nuestras mediciones y percepciones se encuentran alteradas por algún tipo de Mega-evento de proporciones cosmológicas (una onda de choque de una Tera-explosión cósmica, una emisión de energía de proporciones grotescas producida por un ente desconocido que afecta toda la sección del universo de la que somos conscientes, bla bla bla). Las consecuencias de este evento alteran tanto nuestras percepciones y mediciones, que todas nuestras teorías físicas cosmológicas no sólo son incorrectas, sino que no tenemos los medios para volverlas correctas. El big bang, por ejemplo, sería una ilusión local. Si algún estúpido se las da de inteligente afirmando que un evento así sería imposible pues el tamaño del universo tal como se le conoce no permitiría la cantidad de masa/energía/espacio para provocarlo, pues responderíamos que lo que nosotros consideramos el posible tamaño de nuestro universo es sólo una ilusión producto del Efecto Local (otro nombre para el Efecto Local es simplemente: la negación del principio cosmológico). Por lo que sabemos nuestro universo podría ser un pedazo de moco que dios dejó pegado en su almohada… Qué le vamos a hacer, no hay ciencia que refleje más nuestro provincialismo e ignorancia que la física.



Foto capturada por el Hubble a 9000 años luz de la tierra (hasta el universo nos saca el dedo)


Todavía nos falta tomar en cuenta la otra posible respuesta positiva sobre nuestro futuro: la perfección moral. 


  1. El futuro de la humanidad es la perfección moral del hombre.

Esta respuesta es obviamente fruto de la religión por un lado, y del carácter humanista de nuestra filosofía por el otro. ¿Qué formas concretas podemos darle a esta idea respuesta?

2a) El futuro de la humanidad se encuentra en ser un intermedio evolutivo para el surgimiento de una nueva especie más adaptable, inteligente y pacífica.
Efectivamente creo que nuestra capacidad moral está sujeta a nuestra historia natural. Nuestra inclinación al egoísmo y a la violencia es fruto de nuestra evolución como lo son nuestros cerebros. De esa manera, esta idea lo que propone es que la evolución futura del ser humano podrá superar todas esos vestigios bestiales y hacernos libres en la razón y el amor. Podríamos ser un eslabón final en la generación natural de una nueva especie que serían algo así como unos ángeles terrestres que transformen la tierra en su paraíso de bondades particular… 

Penoso razonamiento.

La clave de la evolución es la selección. La pregunta es qué tipo de selección hemos realizado en nuestra especie a lo largo de siglos y qué tipo de selección estamos en capacidad de proveernos.
Me parece que si hay rasgos de nuestra especie que nos hemos encargado de seleccionar son los rasgos violentos, egoístas e interesados. La inteligencia y la virtud ética es un rasgo importante que deberíamos cultivar genéticamente, pero son precisamente los más inteligentes y éticos los que menos se reproducen y legan a la posteridad sus genes. Podría tal vez decirse que los más saludables y los más hermosos son los que más probabilidades tienen de conseguir pareja, pero en una sociedad que tiene la vida y la salud como los valores últimos de la humanidad, aquellos que nacen con defectos y enfermedades cada vez más aumentan por medio de la medicina su probabilidad de vivir lo suficiente como para procrear, y muchas veces más que aquellos saludables. 
Si el futuro de la especie humana se encuentra en la evolución, habría que considerar aplicar una selección genética masiva, feroz, autoritaria. ¿Quién se atrevería a ello en una sociedad dominada por la razón y el humanismo como la nuestra, una sociedad donde es más importante el problema de acabar con el cáncer y la gripe que el problema de la sobrepoblación?
No, mis queridos lectores, la evolución no nos lleva a ningún lugar, por lo menos no a ninguno que nos vaya a resultar agradable.

2b) El futuro de la humanidad se encuentra en el paraíso divino, donde llegarán sólo aquellos con las cualidades morales apropiadas, los otros se perderán en la nada.
Debo admitir que no tengo en principio nada en contra de esta idea. La posibilidad de un paraíso religioso es completamente compatible con la desaparición física de la raza humana (que es lo que aquí se discute y es lo único que actualmente me interesa). Lo que no entiendo es cómo la idea de la perfección moral pueda ser algo así como lo más importante en nuestra vida, para que lo convirtamos en nuestro fin. No creo que la perfección moral ofrezca sentido a la existencia. 
Sobre la vida después de la muerte sólo me permitiré citar a uno de mis maestros: “La inmortalidad temporal del alma humana, esto es, su eterno sobrevivir aun después de la muerte, no solo no está garantizada de ningún modo, sino que tal suposición no nos proporciona en principio lo que merced a ella se ha deseado siempre conseguir. ¿Se resuelve quizás un enigma por el hecho de yo sobreviva eternamente? Y esta vida eterna ¿no es tan enigmática como la presente?”.


La importancia ética del fin del mundo

El problema es que no hay nada que podamos esperar de nuestra historia: esa miseria autocomplaciente que sirve de marco a la banalidad humana.

Lo único que podemos esperar de nuestro futuro es una humanidad confinada a su situación local en el universo, moralmente deprimente, evolutivamente degenerada, racionalmente impulsiva, tecnológicamente mediocre y padeciendo una ignorancia atávica radical.

Desde este punto de vista, la desaparición de nuestra especie sólo viene a salvarnos de una auto-humillación inevitable. Que mejor argumento a favor del fin del mundo. Carpe diem, hermanos.


De natura Politicorum... O Sobre la Naturaleza de la Política
(y no jodan por el latin que me lo he inventado)


Oh hermanos… Quiero compartir una experiencia que tuve cuando traté de comprender el significado del término “Política” y todos sus macarrónicos vástagos derivados…

Me propuse una seria búsqueda intelectual, hermanos, alrededor de qué significaba "política". Escudriñé en las Ágoras griegas olorosas a ajo mediterráneo aquel significado agotador. Recorrí las inmundas calles de la podrida Francia post monsieur Guillotin buscando la encarnación de las insanas ideas Avantgarde de Rousseau y Montesquieu. Salté de las tan desesperadas como amargadas letras de Arendt a los mamotretos metafóricos de Habermas buscando una definición, un concepto, una idea, un pedacito de algo convincente, una uñita de redención. Penetré sin esperanza en el utilitarismo y en las flojeras desinfladas y tautológicas foucaultianas. Me asombré con las inocentadas de Hobbes y con las condicionadas pendejadas del marxismo (digo condicionadas porque es sabido entre los filósofos que para entender adecuadamente a Marx hay que leerlo con hambre. Obviamente nadie lo dice, es un saber de esotérico, para iniciados, por decirlo de alguna manera (al hacerlo público puedo meterme en problemas). Es fácil, de hecho, saber cuando alguien se prepara para un seminario universitario sobre el pensamiento de Marx, pues uno nota a la persona de un día para otro desgreñada, sin maquillaje, flaca y con ojeras (no hay gordinflones marxistas, el vocablo es una contradicción en los términos)).

Después de todos esos recorridos mentales (porque no es que crean que me leí en efecto toda esa enredadera) descubrí hermanos que todo estaba bien y mal al mismo tiempo hermanos porque todos los conceptos eran diferentes y al parecer nada se podía hacer para reconciliarlos. Sentía en mi espíritu todas esas ideas salpicar como gotitas miserables de agua fría en un horror de aceite hirviendo.

Así que tuve la intuición de hacer mi propia definición de "Política", oh hermanos. Una definición que recogiera lo más importante de cada definición encontrada y pudiera ser lo más general y amplia posible como para integrarlas a todas. Pero, sobre todo, que pudiera dar cuenta del fenómeno antropológico general que llamamos con desgracia "Política".

Creo que hoy, regocíjate lector mi hermano, al fin, lo he logrado. La definición universal general de "Política". Allí va (y no esperes un chiste idiota o una ironía pseudointelectual, hermano lector, porque esto va en serio): ¿Que es la Política?... “La política es todo conjunto de discursos y acciones humanas que tiene por fin evitar que las personas se saquen masivamente las tripas entre sí... y cuando tal cosa ocurre poder por lo menos justificarlo y que no lo jodan a uno por el asunto”.

Oh, hermanos, la sabiduría política de occidente en esa compleja oración resumida.

De aquí es posible también extraer una definición del término “moral” (que bastantes Mandrágoras, Cicutas, Tetrahidrocannabinoles, Masturbaciones y Valiums les ha costado a filósofos inmorales imaginar), pero para hacerlo tendría que extenderme, Oh hermanos, y no estoy de ganas ahora. Hay que dejar rumiar al burrito mental que todos llevamos dentro. (... Además si escribo largo después no me leen que pendejada los lectores).

Fin



PD: Que se jodan, se seguirá escribiendo largo (y en voz pasiva). Faltaba más, ya verán... Ahorita no más que me sienta mejor del estómago.

La guerra y la violencia desde la perspectiva de un Antihumanista




Hace algun tiempo tuve la idea de escribir un ensayo titulado “Sobre la condición del soldado en una guerra”. En este ensayo pensaba mostrar cómo un hombre envuelto en una guerra es la mas pura representación del patetismo de nuestra especie. Reducido a ser una máquina de suprimir, de recibir órdenes y de entregar su mierda en búsqueda de una obsesión infantil producto de la mente de otro idiota que tal vez murió siglos atrás. Esto, obviamente, tan documentado, era sólo el principio de mi reflexión. La defensa de un egoismo reptiliano era mi guía. Pero hoy he desistido de la idea, no porque la considere falsa, sino porque he creído descubrir argumentos mejores para otras.

¿Es la guerra maldita, malvada, cruel? Por supuesto, creo firmemente que toda guerra debe ser eliminada. Creo que el ser humano debe ser pacífico como el que más. La crueldad y la violencia son perversiones mamíferas entre otras que es imperativo hacer desaparecer de este mundo. Eso es en lo que yo creo. Pero mis razones son más sencillas de lo que algunas mentes, oscurecidas por un ideal de razón tan infantil como pobre, pudieran concebir.

Imaginemos una situación hipotética: retrocedamos al pasado primitivo del ser humano y supongamos, en un acto de comicidad atroz, que el hombre supera su irracionalidad, su egoísmo y su mezquindad. El punto de inflexión es el que a ustedes mejor les parezca: el judaísmo, el cristianismo, la civilización romana, la democracia griega o el descubrimiento de la agricultura. Lo cierto es que el hombre asumió una actitud de bondad y piedad ante sus semejantes humanos. Desde ese momento no habrá guerras, ni asesinatos. Los pueblos compartirán sus alimentos movidos por un santo y sano sentimiento de especie. Ya no habrá hambre ni sed. Los países compartirán medicinas y tecnología. Libertad, igualdad y Fraternidad. Todos los humanos de la tierra crecerán rechonchos, felices, disfrutando de una plácida penetración sexual hora por medio. Procreando sus vástagos con agilidad de cadena de montaje norteamericana… Todos los seres humanos desde ese momento podrán vivir con belleza, verdad y rectitud sin fin, los derechos humanos serán por fin respetados. Los niños no morirán de hambre y los adultos mayores verán crecer a sus nietos a la par que a sus últimos hijos concebidos.

Si el pasado hubiera hecho realidad, de esa manera, el sueño de filósofos morales, algunos religiosos y hippies en cantidad, ahora, en el año 2008 de nuestra era, el planeta ya habría colapsado hace tiempo a causa de la sobrepoblación y el consumo vehemente de los recursos. Tal vez ya no existiríamos.

De esto puede extraerse la conclusión que reza así: todas las guerras, todas las muertes, toda la destrucción, toda el hambre que el ser humano se provoca a sí mismo nos han mantenido vivos como especie en el filo de la navaja del mundo, ellas han evitado un colapso seguro. Si, señores y señoritas, el egoísmo, la irracionalidad y la violencia de nuestra especie han sido nuestro mejor recurso adaptativo, entre más sistemáticas y globales mucho mejor. Tal vez Hitler sea el humanista por excelencia. Con el único defecto de discriminar entre judíos y otros seres humanos (si de humanismo se trata, por favor Adolf, podrías haber empezado con los mismos Arios).

En la medida en que creo firmemente que el humano haría bien en desaparecer de este mundo, la guerra me parece algo aborrecible, algo impío. Sin ella nos reproduciríamos al ritmo de conejos y moriríamos lenta pero limpiamente al acabar con los recursos del planeta. La vida, en la aridez resultante, encontraría de nuevo su camino sin nosotros. No lo dudo.

En mi Universidad los estúpidos bobos fantoches atolondrados marchan y grafitean en contra del TLC y otras mamertadas con una pasión de payaso marxista en decadencia. El día que escuche que marchan en contra del hambre en África y que exijan a los E.U. que los restos orgánicos que arrojan a la basura enteritos y sanos después de sus orgías de grasa y carbohidratos sean enviados a África para alimentar a los niños huesudos, ese día, oh hermanos, me volveré de izquierda y marcharé con ellos con los zapatos más grandes y ridículos que pueda conseguir con mi sueldo de pequeño-burgués.

Hay que promover la compasión sin excusas y hay que alimentar hasta la saciedad a todos los estómagos humanos de la tierra con el objetivo de que nos multipliquemos con rapidez. Ese es mi ideal tal vez inalcanzable.

… Pero hay esperanzas: ¿Qué pasa en estos días en Europa, por ejemplo?. Los británicos están sufriendo una epidemia nunca antes vista de enfermedades causadas por el sobrepeso. Las mujeres alemanas no quieren parir, están demasiado ocupadas con sus vidas exitosas y sus ideales civilizados y feministas. Lo que no quiere decir que los hombres alemanes (y los italianos) no contribuyan sabiamente con la sobrepoblación viniendo a suramérica a producir hijos en legión con puticas negras de a 15.000 pesos. Son realmente gente civilizada que saben lo que estan haciendo.

Si, señores, la sobrepoblación y la obesidad crónica son las claves más prometedoras (entre otras). La pasividad humanista democrática del mundo civilizado nos esta llevando al cuello de botella final de nuestro destino. Los ideales racionales de la civilización nos matan como especie lentamente, y no nos damos cuenta. Es sencillamente maravilloso...

Así que, señores y señoritas, realmente hay que acabar con las guerras y la violencia. De eso no hay duda. No hay verdad más irrefutable.